Cecilia depositó los fragmentos con cuidado al lado del jarrón. Se vistió rápidamente, introduciendo con dificultad los brazos mojados a través de las mangas de seda y metiendo dentro de la falda la blusa desabrochada. Recogió las sandalias y se las encajó debajo del brazo, guardó los añicos en el bolsillo de la falda y recogió el jarrón. Sus movimientos eran silvestres, y procuró evitar los ojos de Robbie. Él no existía, estaba abolido, y eso también era un castigo. Permaneció callado mientras ella se alejaba descalza por el césped, y observó el pesado cimbreo de su pelo negro sobre los hombros que le empapaba la blusa. Luego se volvió y miró dentro del agua por si quedaba algún trozo que a ella se le hubiese escapado. Era difícil ver porque la superficie enturbiada aún debía recobrar la calma, y la turbulencia era impulsada por el ímpetu residual de la ira de Cecilia. Puso la mano plana sobre el agua, como para apaciguarla. Ella, entretanto, había desaparecido dentro de la casa ♥
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